Con el nombre de clavel (dianthus caryophyllus) agrupamos a un conjunto de plantas herbáceas afines que se caracterizan principalmente por ser perennes, con tallos herbáceos anuales que no alcanzan más de 80 centímetros de altura, y con hojas encontradas, muy estrechas y de color verde glauco.
Existen muchas variedades de claveles, unos más vistosos que otros, pero en cualquier caso todos ellos son de bonito color y suave aroma.
Pero por lo común se cultivan por doquier, ya que es una de las plantas más apreciadas que existen.
El clavel silvestre florece durante la primavera y verano.
Pero lo más normal es encontrar el clavel cultivado, pues se puede hacer florecer de manera artificial cuando se quiera, incluso en pleno invierno.
Lo único que requieren para su desarrollo es una buena tierra y abundante riego y que el sol les de de lleno.
El clavel es una planta de conocido uso ornamental.
Como especie aromática, se deduce que en su composición debe hallarse una esencia muy olorosa, y en efecto se la puede encontrar, aunque en cantidades pequeñas, distintas para las diferentes variedades de claveles que existen.
En las partes herbáceas de la planta también es posible hallar saponinas y algunos principios activos de menor importancia.
En cuanto a sus usos medicinales, poco hay que decir.
En realidad, no es una planta que se caracterice por poseer intensas propiedades medicinales, pues más bien su principal empleo se enmarca dentro del campo de la perfumería.
Actualmente el clavel no se administra mas que en forma de esencia y sin uso terapéutico, simplemente como cosmético o producto de perfumería.
La infusión de clavel (si es silvestre mejor) es excelente para las inflamaciones oculares en forma de lavados y compresas con la infusión.
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